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domingo, 12 de abril de 2009

PALABRA Y ENTENDIMIENTO

Analogías escritas.


PALABRA Y ENTENDIMIENTO

En una ocasión un maestro, un guía que enseña y practica su modo de ver la vida diferente por procurarse nutrición personal y mental, persona que deja huella y enseña ideas indiscutibles y evidentes al crecimiento humano e intelectual, este personaje, como dice la pastoral de cajón, “un actor en la tarima de la vida”, me invito a leer las palabras y las cosas de Michel Foucault, me encontré en este texto con una pausa en la carrera hacia el arte, incitó a evaluar y comprender con corrección lo que nos dicen las palabras, los términos, las fuentes, las imágenes y los personajes que influyen los lapsos y pensamientos.

Pido excusas de ante mano a los diestros en letras y lectores, por no poder escribir corto, pero no cuento con el tiempo y elevación espiritual para hacerlo, como expresó alguna vez en una obra el gran Kafka, pero el solo detenerme a desenmarañar lo obviado, es un esfuerzo que agota la capacidad capciosa y a la vez castiza de acortar la lengua, no el trozo de carne sino los sonidos articulados que decodificara el lector, me refiero, como ustedes deben haber intuido antes de mi absurda pero necesaria aclaración, a que la practica diaria de extender las moléculas discursivas, es una manía que esta adherida e intrínseca a la forma expresiva mas coloquial de la cual hago parte, de la cual a la vez, trato de salir, pues leer eminencias de la escritura es un aguijón que inyecta irremediablemente el hambre por saber y ejercitar la experiencia de enseñar y mostrar al mundo lo aprendido, en búsqueda de salir de la caverna, ¿lo dije bien Platón?.

Platón no me contestaría pero podría ser que alguna mujer con nariz aguda y verrugas inflamadas, de las que muestran los cuentos de hadas y brujas, tendría para mi un si o un no del filosofo preferido por los católicos y los sabios de las humanidades clásicas, con un objeto cristalino y pentagonal que giraría jugando con la credulidad, del que a ruegos y pendiendo de su esperanza como de un hilillo, hallaría un valioso engaño que de, el bastón de amistar su concepto con su realidad, formando una verdad, una verdad que dicen muchos nunca existe, ¿como hallar verdades si esta es inhallable?, que dilema mas rugoso el que encierra esta palabra.

Recuerdo que mi abuela odiaba las telas rugosas o arrugadas, ¿odiaría también la verdad?, ¿será mejor no intentar solucionar tantas dudas?, considero ahora que encontrar verdades es imposible, ¿no?, tal vez dirían que es relativo, insisto que entonces directamente sería inverosímil, a la vez es quimérico entonces entablar diálogos, pues si las palabras son las que definen correctamente, y si las palabras no son elementos reales, por lo tanto no existen.

Pero que argumento mas inefable acabo de proponer, que proposición tan ambigua, tan irrelevante y por lo mismo un complejo códice esperando ser atendido y entendido en su magnitud, una invitación a leer las palabras, entre ellas y al interior de ellas, un ejercicio propuesto para cuestionar en principio unas letras, luego el ser, ser un hombre o ser del hombre, pero no hay que dejarse desviar por estas amantes y lascivas composiciones tan musicales como lo son los versos, mas aun los textos del pensamiento.

Porque una palabra es lasciva como un amante cuando esta ansioso de placer pero no se determina por penetrar, que expresión tan sugestiva, solo eso, como impenitente con apetitos, nos conforman como individuo cultural, un sujeto, sonoramente en cada voz hay una nota establecida y una concepción de las palabras, diferente, acertado y falso, temporal y espacial.

Para definir las palabras y hallarlas en la progresión de su uso es una herramienta de gran utilidad indagar en las frases diarias, entonces las palabras son como las brujas, no existen, pero de que las hay las hay, por ser difíciles de entender, de ver, de hallar, de comprender en sus misterios, de creer en ellas según su procedencia de boca, región, época e interpretaciones, cada autor es, fue y será un parlante global de sonidos articulados que ha utilizado en idiomas y referencias los términos, hace falta configurar un receptor y localizador de semiótica que asuma una “mirada con oídos” tan congestionados como puros, hablar es fácil pero comunicarse reviste muchos obstáculos, lograr una interpretación ideal de los mensajes es realmente una complicada misión, hacerlo es mas que llevarlo a cabo, es darle feliz termino.

Al instruir a un niño en un lenguaje se le esta dando la oportunidad de adoptar los sonidos sujetos a conceptos, en una libertad de función, es decir, se le esta dando además la vía para aportar a cada palabra un tono, una intención y una decisión de destino, posibilidad de definirse a si mismo por medio de ellas, de caracterizar su presencia en un entorno, describir su existencia con sonidos que crearan su imagen ante si mismo y los demás.

Somos palabra, los dioses son palabra divina, verdades inexpresables, realidades in-sentidas inmersas en neuronas y espiritualidades, nos rendimos por palabras, millones y generaciones incontables de seres definidos y re-contados, re-presentados por frases celebres incongruentes, revolucionarias, ínfimas y olvidadas, re-interpretadas y transformadas, traducidas a multitud de idiomas y culturas, transformadas y actuales, re-actualizadas, un mundo hermoso de infinitas voces oídas por edades de oro y barro, por sismos e ismos, enmarcadas en ojos, oídos y corazones.

La palabra es amor, odio y sensibilidad, corrompe y construye, derrumba y acaricia, la palabra es el don humano por excelencia sea utilizada delicada o perturbadora; si es amor, es una visión de lo inmaterial y sobrehumano, por tanto con irremediable tendencia a sublimarse por incontables sistemas auditivos y aprehensivos, todos los individuos las sienten, las han usado y vivido en sus heterogéneas grafías, colores, razas y sitios del globo.
En la palabra hay poder, y siendo el hombre un animal de fácil corrupción es necesario cuidar y visualizar panorámicamente su presencia, espacialidad, temporalidad hoy, ayer y siempre.




CLAUDIA AVILA MORALES

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