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martes, 29 de marzo de 2011

TIC TAC

TIC TAC

HOY

7 am.


La Primera vista inspiradora fue un techo de madera gastado por el agua y el polvo, las caras monstruosas de la humedad desarmadas y coquetas. La cortina dejaba pasar cortésmente la luz, alumbrando una cara pálida, sucia de cosméticos, que enfatizaba el café de dos pelotas intimid
antes de carne, brillantes ante el primer dibujo del día.


El tiempo bogotano está cubierto de un cielo bipolar, entre plateados y violetas, que radicaron y ratifican el ser rolo y el ser de ella; ser algo de los dos.

9 am.

Cada mañana al dirigirse al punto b, la Academia, se deleita con la cometa esfumato naranja jalada por nubes que amanecen pegadas a los cerros orientales. La intriga acerca de lo que vemos está en ella, en sus venas, en sus zapatos blancos y en su jardinera colegial de verde y rojo mal combinados que inspiraron sus primeras críticas cromáticas aplicadas.


Las constantes de sus amistades son dos, masculinas y pocas. Siempre niños callados, de chistes amargos y cigarrillos en sus bolsillos. Personas buenas, personas sencillamente.


AYER

11 am.

El olor a galletas que acompañaba a la campana del medio día, alegraba las tardes de los 16 y los 5 años. Una y otra vez la masa horneada entraba saltando por sus fosas nasales y alegraba los hemisferios cerebrales para cantarle una canción sencilla y pegajosa.


En casa, su abuela tenía como himno, una olla a presión en punto de la tercera guerr
a mundial. Los almuerzos se acompañaban de un hermano a la derecha, con dos años de ventaja en la vida, y al otro lado, vanidosa, la más alta arreglándose algún bucle castaño.

Frente a tres alegres platos de trigo, tres alegres niños, con Tres grados de edad, 6, 8 y 14.

HOY

8 am

Se levantó, calzó las pantuflas verde oliva y fue al baño de la planta baja, se miró al espejo.

8:05 am
Arreglé mi cabello y lo amarré en un atado, el tono rojo de las fibras

brillaba radicalmente frente a la ventana de vidrio dibujado,

en medio del olor a Listerine.


Siempre que recuerdo dejo de ser mí ahora, todo se granula,

se densa, aumenta el peso del recontado pasado

sobre el minúsculo tic tac.



9 pm

Las ollas suenan rosándose unas contra otras en la cocina. La voz de mis padres reverbera en la escalera hasta llegar a mi sillita de madera y a la pantalla acuosa del computador. La fragancia del arroz jalonea la nariz y voy a soltar este teclado en menos de dos minutos. El gato se une a mí y acaricia mis tobillos con su larga cola blanca.

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